Cómo empezamos...

En abril del año 2000, comenzó para nosotros una aventura sin precedentes en nuestras vidas, dábamos rienda suelta a nuestras ilusiones, con un solo objetivo, conocer la historia del cuerpo de bomberos.
Siempre nos habíamos preguntado que clases de organizaciones había antiguamente en Madrid, quienes eran los encargados de acudir a los incendios, que medios utilizaban y como se abastecían de agua, y sobre todo las enormes dificultades de todo tipo que tuvieron que esquivar para estar a la altura de otras capitales europeas.
En definitiva ¿Qué evolución había experimentado el Cuerpo de Bomberos con el paso del tiempo?
El reto era complicado pero, nunca hubiéramos imaginado que la investigación iba a prolongarse durante más de cinco años de nuestras vidas.
Durante todo este tiempo nunca perdimos la ilusión sino que la curiosidad y el querer ver más halla, nos hizo implicarnos aún más en el proyecto que perseguíamos pero al mismo tiempo nos alejaba del día a día, nos mantenía distantes del calor de la familia y del afecto de los compañeros, que aún así, nunca dejaron de apoyarnos en los momentos más difíciles.
De los momentos que recordamos con más intensidad fue el hallazgo de cierta documentación que relacionaba al servicio de incendios con el primer maestro bombero, D. Juan Jorge Graupner.
Durante una época de su vida, mantuvo correspondencia con el ayuntamiento de Madrid desde las Reales Fábricas de Alcaraz.
Por fortuna esta correspondencia quedaba registrada en el archivo de Villa de Madrid.
Los datos encontrados nos llevaron hasta el archivo del Palacio Real donde nos facilitaron unos libros que parecían enormes ladrillos.
Fue un trabajo muy laborioso pero al cabo de tres días, ¡bingo! encontrábamos la ubicación de las fábricas, en Riópar, (Albacete). Una llamada al ayuntamiento de este municipio y rápidamente nos pusimos en camino. Intercambiamos numerosa documentación, y ambas partes, quedamos atónitos de la historia de este ejemplar hombre, de su vinculación con el servicio de incendios y con esta bonita localidad. Incluso una de las calles del pueblo de Riópar lleva impreso el nombre de este maestro bombero.
Durante más de dos años archivos, bibliotecas, hemerotecas y museos fueron nuestra segunda casa.
Hablamos en términos tan familiares por el trato recibido en todos y cada uno de los lugares a los que hemos tenido que acudir para proseguir la investigación: Centro Mesonero Romanos, Hemeroteca Municipal, Biblioteca Histórica Municipal, Archivo Palacio Real, Archivo y Museo del Cuerpo de Bomberos, Centro de Calcografía, Museo Municipal, Museo de la Ciudad, Fundación Canal Isabel II, Biblioteca y Archivo del Monasterio de El Escorial, Biblioteca Histórica Militar, Museo del Ejército, Archivo General Militar (Segovia), Archivo Reales Fábricas de Riópar (Albacete), Hospital San Juan de Dios (Granada), Museo de Antropología Médico-Forense Paleopatología y Criminalística de la Universidad Complutense de Madrid.
Pero sin duda hay un lugar donde al bombero se le tiene un cariño especial, hablamos del archivo de Villa de Madrid.
Es en este mágico lugar donde guardan y protegen con minucioso cuidado gran parte de la historia del cuerpo de bomberos y donde hemos recibido un trato exquisito por todo su personal, muy especialmente por Carmen y Rosario que junto al historiador de policía municipal, D. Pedro Sánchez Barrantes, nos aportaron grandes conocimientos para el buen desarrollo de nuestro proyecto y nos hacían más amenas las duras mañanas de archivo.
También tenemos que recordar algún episodio amargo como el fallecimiento del que fuese director del archivo de Villa de Madrid, Sr. Bernáldez.
Siempre nos trató con muchísimo respeto y era patente la admiración que sentía por los bomberos. Cuando se enteraba que íbamos a verle a su despacho, nos recibía con un casco de bomberos de los años 60 que le había regalado un “amigo bombero”.
A la investigación hubo que sumar largas jornadas de estudio que tuvimos que reforzar con la ayuda de Pedro Sánchez Barrantes, que nos deslumbraba muchas mañanas con sus clases de historia, no solo de Madrid, también de España.
Otro trabajo añadido fue clasificar toda la documentación, interpretar y traducir expedientes en castellano antiguo así como en francés e inglés, manejar pergaminos antiquísimos, realizar cientos de fotografías y leer miles y miles de documentos para su posterior clasificación dependiendo de la materia. Para afrontar este laborioso trabajo nada mejor que tener constancia, disciplina y organización. Son estos tres principios los que siempre nos inculcaron las personas entendidas en esta materia.Llegaba la última etapa de nuestra aventura y poníamos en marcha todos los conocimientos adquiridos durante los dos años y medio de investigación, teníamos que contar una pequeña parte de la historia del pueblo madrileño, acercarles a las voraces llamas de los incendios que arrasaron manzanas enteras de casas, palacios e iglesias derruidos por completo, teatros calcinados y una interminable lista de siniestros, que originaron numerosas desgracias entre la población madrileña.